domingo, 25 de marzo de 2018

El libro de la semana: La Universidad Desconocida


La Universidad Desconocida

Roberto Bolaño (1953-2003)

Leer a Bolaño es sumergirse en un mundo donde las realidades literarias y cotidiana se entrelazan sin aviso. En muchas ocasiones es difícil darse cuenta en qué plano de contexto estamos, y desde dónde está interpelándonos el autor. Bolaño dijo una vez que en la formación de todo escritor hay una “universidad desconocida, que guía sus pasos y evidentemente no tiene una sede fija, es una universidad móvil pero común a todos”. Me parece que el punto central es que el escritor se forma en la vida, en lo que transcurre todos los días y en la permanente experiencia con la realidad. .



Como pragmático lector, quizá yo sugeriría abordar primero las obras narrativas en las cuales Bolaño se enfocó en los últimos años de su vida y posteriormente, entrar al disfrute de su obra poética. Paradójicamente, y a pesar de haber centrado su creación literaria en el género narrativo años antes de su muerte, el mismo autor no dejó nunca de considerarse y hacer referencia a sí mismo como poeta.
En este libro nos adentramos en una antología viva, una colección particularmente integrada por el propio autor, quien al recibir la noticia de que estaba enfermo de un mal terminal, decidió consolidar y organizar sus creaciones a la manera de una obra que sin embargo, nunca publicó en vida. Ése cuidado personal por la propia creación, el orden, la revisión y trabajo de integrar sus poemas es quizá el mayor atractivo que tiene para acercarnos a la manera de curiosos lectores.


Leer estos poemas no es sólo apreciar la creación estética, sino entrar en un diálogo intemporal con su creador, desplazándose a lo largos de las páginas en la propia vida de Bolaño que va relatando muchas de sus experiencias en un planteamiento de poesía, y de sitios donde residió desde su llegada a Barcelona procedente de su exilio de Chile, su país natal. Si uno se toma el tiempo de conocer un poco sobre su vida, el tiempo que vivió en México, sus pocos pero fructíferos viajes, hasta su establecimiento definitivo en Blanes, podemos trazar un mapa no sólo del entorno que él veía en los sitios habituales o en los personajes que lo rodeaban, sino también un camino de maduración literario que partió desde poemas a veces difíciles de leer para el poco habituado a las lides de la expresión estética, hasta los poemas narrativos y por supuesto la narrativa poética que lo caracterizó.


Quizá en la mayoría de las veces nos gustan los poemas cuyos versos van desenvolviendo poco a poco su germen de belleza hasta concluir en un final esperado, glorioso, apetecible. Sin embargo con Bolaño muchas veces el culmen puede ser abruptamente sorpresivo y contrastante, sin perder por ello nada de belleza y expresión.


Su formación autodidacta, su paso por los días cotidianos, la voracidad con la que leía y la potencia expresiva para desarrollar sus textos sin duda te gustarán aunque no será fácil pasar por la primera etapa: cuando uno se enfrenta a un estilo de escritura prolijo, culto, erudito pero no tan atractivo, en el sentido de otros autores que pueden envolver al lector ya sea por la calidez, la agilidad o la trama del escrito que se teje en torno a uno como si fuera la tela de una araña. Bolaño da pocas pistas, abre algunas ideas de lo que puede decir, y cuando lo dice sorprende como en un golpe inesperado.
Esta obra póstuma sin duda reúne esa perspectiva de experiencia y de transcurso que tuvo el autor, y nos lleva por caminos que se bifurcan, se reencuentran y se entretejen de una manera que no deja de sorprender. En muchos casos nos obliga a releer y contemplar el poema desde otro ángulo, con otro tiempo y ánimo.


Sin importar cuántas veces se tenga que volver sobre sus líneas o repasar lo dicho para ver si uno comprendió bien la expresión de un verso, Bolaño crea continuamente y estimula para abordar la siguiente frase, el próximo de sus poemas sin pudor, sabiendo de antemano que su culminación será nada habitual, sorpresiva y contrastantemente bella.

lunes, 19 de marzo de 2018

Vivir en la red, privacidad en duda

El poder de la red es inconmensurable.

De cara a los hechos recientes en donde aparentemente hubo una fuga de información de Facebook, en la cual se manipularon los registros de más de 50 millones de usuarios y esto se utilizó como arma electoral en Estados Unidos para depurar perfiles psicológicos de los usuarios y explotarlos con publicidad durante sus pasadas elecciones, trae a colación la seguridad e integridad de la información que todos compartimos en esa red social y muchas otras.

Hace algún tiempo cuando analizamos el acuerdo que aprobamos para generar nuestra cuenta en Facebook, nos asombramos cuando sin ningún ambage avisan que van a grabar TODA información que salga de nosotros por ejemplo: lecturas GPS donde se indique en qué sitios estuvimos, horarios y días de conexión, marca, modelo del equipo con el que accedamos a la red, comportamiento, contactos, ‘likes’, comentarios, fotografías, redes de acceso, dirección IP. Todo tipo de información directa o indirecta que generemos, aplicaciones, juego usados, puntajes de los mismos, patrones de compra y consumo, intereses en los anuncios que publican también quedará registrado. Además ellos se quedarán con esa información aunque cerremos la cuenta y podrán hacer uso de los datos según crean conveniente porque además. Les dimos permiso para ello.



Si hace algún tiempo todavía existían personas que distinguían entre la realidad presencial de lo cotidiano y la virtual de las redes de comunicaciones, esta frontera se ha desdibujado prácticamente, sobre todo a partir de que instrumentos como los teléfonos celulares y las tabletas se convirtieron en objetos de uso personal que registran nuestros patrones de comportamiento, preferencias, compras, interacciones y en suma toda una radiografía de quien es cada uno. De ahí el peligro potencial de que nuestra información pueda ser usada para minar datos, para colaborar en análisis y perfiles de consumo, de preferencias o de relaciones, y todo no sólo sin que nos enteremos cuándo y dónde ocurre, sino que se lleva a cabo con nuestra autorización formal.

Si recordamos casos como el de la base de datos electoral de México, que andaba circulando por diversos portales de Internet y se podía obtener casi sin esfuerzo, o bien el tema aún en investigación (se supone) del uso de software espía por parte de instancias del gobierno que buscaban acceder a datos y conversaciones de periodistas, actores políticos y líderes de opinión, el caso se vuelve más delicado. Muchos pensamos que si en un país como Estado Unidos, que se supone posee los controles tecnológicos para analizar y proteger los datos e información, a fin de cuentas estos se manipulan (aparece de nuevo como añadido, la sombra de personajes rusos en el caso) para influir en las votaciones que llevan a una persona a la presidencia, en nuestro país los datos pueden estar poco defendidos y pobremente sustentados con los apoyos técnicos necesarios. El uso de instrumentos de análisis y técnicas de minería que procesan la gran cantidad de datos que se producen dentro de un ambiente con alta efervescencia como el electoral sin duda es un tema del que pocos hablan, casi todo el mundo asume y pocos divulgan.



El auge del BigData es tan enorme que para el usuario ‘de a pie’ no le parece grave subir fotos personales, familiares, o decir en dónde está o qué compra. El punto es que la versión integrada, filtrada, depurada y organizada de la información colectiva brinda una fotografía detallada de aspectos personales y sociales que ni siquiera se sospechaban. Ya en las elecciones anteriores de México aparecieron actores extranjeros expertos en manejo de redes sociales y análisis de tráfico.

Mientras que en nuestro país el consumo promedio diario de conexión a la red es de 4 horas, es decir 28 horas a la semana o más de media jornada laboral, estamos distraídos en la inmediatez, la novedad y es chisme, sin darnos cuenta que estamos divulgando información detallada sobre quiénes somos y qué nos gusta. Esta es una espada de doble filo. Si dedicáramos una hora diaria a leer, terminaríamos un libro cada semana y todavía dispondríamos de 21 horas para las trivialidades de la red pero quizá con un enfoque más crítico de qué decir y en dónde decirlo. Habría además una sociedad mejor informada y más madura para utilizar productivamente los canales digitales que llegaron para quedarse.




El libro de la semana: Los Descubridores

"Los Descubridores"
de Daniel J. Boorstin

Sin lugar a dudas, este es un libro delicioso. No sólo brinda horas de aprendizaje ameno, riguroso y erudito, sino que el estilo novelado que emplea el autor para hacer un recorrido por la historia humana - del hombre como descubridor- es divertido, ágil e inspirador. Estoy seguro de que cuando lo leas vas a coincidir conmigo y que será una de las obras que recordarás por muchos años.
Daniel J. Boorstin fue un historiador, abogado y escritor que dirigió la biblioteca del Congreso de Estados Unidos durante más de una década, y gracias a sus publicaciones recibió numerosos reconocimientos, no sólo por su labor de divulgación sino también por el rigor histórico con el que abordaba sus estudios y ensayos sobre historia.


En esta obra, Boorstin aborda la historia humana desde la perspectiva de los descubrimientos que sentaron las bases para la generación de cultura, arte y ciencia en el mundo. Esta obra se divide en libros, y el primero está dedicado al Tiempo, a la manera como se desarrolló el conteo del tiempo para organizar las actividades humanas, y analiza desde el uso de las estrellas o la luna para calcular los momentos del día, hasta las diferentes invenciones que permitieron el desarrollo de relojes portátiles o relojes en los barcos, con lo cual se impulsó enormemente el avance de la sociedad, de la navegación y de la organización. Sin embargo todo está vinculado y el segundo libro que aborda los descubrimientos geográficos se entrelaza con el anterior.

El segundo libro es sobre la Tierra y los Mares, en donde se abordan los descubrimientos de nuevas tierras y culturas que se hicieron tanto por las rutas en los continentes (peregrinos, cruzados, los mongoles) hasta los que se lograron mediante la navegación gracias a instrumentos como sextantes y relojes que permitieron calcular con mayor precisión las rutas y posición de las naves en la tierra. Partiendo desde las concepciones primitivas sobre la forma de la tierra, la creación de mapas y recursos cartográficos y hasta la lucha contra dogmas religiosos como el cristiano, que limitaban los afanes y alcances por la búsqueda, hasta el papel que jugaron los chinos (que fueron grandes navegantes en la antigüedad) o los árabes que transmitieron cultura y conocimiento hasta que los acalló la religión, el autor plantea que los caminos de la tierra y el mar se abrieron hacia todos los lugares.

En el tercer libro sobre la Naturaleza, se abordan todos los descubrimientos que permitieron ver lo invisible, como los microscopios, los telescopios y el asomarse al interior del cuerpo humano (tema que también estaba vedado). La apertura de la ciencia como un fenómeno social y público sin duda propició la creación de diversos artilugios aplicados en los problemas cotidianos de las personas y es con ello que se da comienzo al desarrollo tecnológico, que se acelera cada vez más.
En la sección de cierre de éste tercer libro se habla de los intentos por organizar y clasificar el conocimiento sobre la naturaleza. Ya en su momento los filósofos habían sentado las bases para una organización del conocimiento y de las ideas, ahora los científicos se enfocaron en catalogar todas las especies es justamente cuando comienza a atisbarse al pasado, buscando evidencia de cómo era la vida y cómo eran las sociedades humanas anteriores.

El libro cuarto habla de la Sociedad y los principales descubrimientos que han permitido nuestro conocimiento y reflexión en tanto seres sociales. Sin lugar a dudas la invención del libro como instrumento transmisor de cultura es un hecho cúspide en esta serie de invenciones y descubrimientos que trata el autor. Se describe espectacularmente la historia de la transmisión de conocimiento oral y cuáles fueron los factores que desencadenaron la invención de la imprenta, así como tal de la arqueología y en análisis de la prehistoria. La aparición de la historia como disciplina de conocimiento y como referente de las acciones transcurridas y fuente de dirección para el futuro humano no podía dejarse de soslayo, marca el cierre del texto con su análisis de la ciencia como cultura, del análisis de elementos matemáticos y físicos que van sentando las bases para un conocimiento racional del universo y que puede colaborar al mejor futuro de la humanidad.
Reitero que es uno de los mejores y más gratos libros que he leído y te lo recomiendo sin lugar a dudas.

A pesar de toda la formalidad, rigor y amenidad que te mantendrá leyendo este libro casi sin sentirlo, al final Boorstin deja una nota personal para dedicar la obra a Ruth F. Boorstin, su esposa. Le agradece haber colaborado con él durante muchos años y cierra el libro diciendo: “Mi deuda para con ella es inexpresable. Una vez más ella ha sido la indispensable compañera de los descubrimientos, y para mí sigue siendo ella el más encantador de todos.”

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