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martes, 19 de febrero de 2019

El libro de la semana: La invención de Morel

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“La invención de Morel”
Adolfo Bioy Casares (Buenos Aires, 1914)


'Perfecta' fue el calificativo que le atribuyó el mismo Jorge Luis Borges a esta novela del autor argentino Adolfo Bioy Casares, opinión a la que posteriormente se sumarían Octavio Paz com muchos otros autores, y expertos literatos. El autor está considerado como uno de los más importantes de su país y de la literatura en nuestro idioma. Recibió entre muchos reconocimientos el premio internacional Alfonso Reyes y el Miguel de Cervantes en el mismo año (1990).

La trama relata la vida de un fugitivo en una isla con edificaciones y sitios que parecen estar deshabitados, donde en los cuales empiezan a aparecer otras personas que aparentan vivir recursivamente las situaciones pasadas. Escrita a la manera de un diario o de unas notas para no perder la cordura, esta historia nos va atrapando paulatinamente, hasta el punto tal de leer casi con fruición las últimas páginas, conforme se desvelan los misterios.

El mismo fugitivo es el narrador de la novela, quien relata en primera persona sus encuentros sorprendentes con estas personas (aparentemente amigos que habían ido a pasar una semana de recreo a la isla propiedad de Morel, quien los invita y participa del convite) así como los hechos, diálogos y situaciones que comienzan a repetirse de manera misteriosa, con tiempos y estaciones desfasados. Por ejemplo: un baile y fiesta al aire libre en medio de una tormenta aterradora, o nadar en una pileta infestada de suciedad y peces muertos.

El narrador se enamora de Faustine, quizá uno de los personajes más misteriosos de la obra de quien difícilmente puede comprenderse ya no su origen, sino su nacionalidad o dónde reside. Durante muchas tardes va a espiarla cuando ella se sienta a ver las puestas de sol y ahí también conoce a Morel, sobre el cual teje la duda si también ama a Faustine.

Si bien al principio trata de ocultarse -a veces sin lograrlo, aparentemente-, el fugitivo confronta la realidad de parecer o ser un fantasma para los inquilinos de la isla, que lo ignoran deliberadamente cuando se presenta frente a ellos o fingen no verlo por. Al mismo tiempo, se acerca cada vez más a ellos y permanece en su cercanía. Con el paso de los días hace deducciones sobre qué ocurrió realmente en la isla y por qué hay restos de animales o de árboles y plantas que parecen haber muerto solamente en ciertas zonas.

En una de las reuniones Morel explica a los otros que construyó una especie de cámaras y diversas máquinas capaces de captar, grabar y proyectar la realidad, para luego reproducirla como una película. De hecho confiesa que los ha estado grabando a todos sin su permiso, incluyéndose él mismo.
Sin embargo y atrozmente, tomar la imagen (o la realidad) con sus máquinas causa que los seres vivos grabados mueran al poco tiempo. ¿Se les arranca el alma o la luz de vida paulatinamente? No se explica.

Lo que ha sucedido es que la fuerza de las mareas se usó gracias a los inventos de Morel para generar energía y activar indefinidamente los sistemas de proyección. Hemos estado contemplando algo así como una película 4D que vuelve a empezar permanentemente y que aparenta ser la realidad misma.
Enamorado de Faustine, el fugitivo ensaya durante días para intervenir en lo grabado como si fuera una obra de teatro, y dar la impresión de que entre ellos hay una relación más cercana (quizá de amor) a través de diálogos y frases pensados para coincidir con lo ya registrado… Por último, activa la grabación para intervenir él mismo, dejando constancia de su cercanía con la amada.

El final es espléndido, rotundamente digno de esta obra maestra.

En sus notas el relator deja un mensaje para quien pudiera encontrar las máquinas, e inventar una nueva, capaz de reunir las presencias disgregadas entre todos los discos: “Búsquenos a Faustine y a mí, hágame entrar en el cielo de la conciencia de Faustine. Será un acto piadoso”.

@jcgutie

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