En el anterior artículo de esta serie, describimos cómo se hizo el cambio en la tecnología informática desde los anteriores equipos físicos en los centros de datos, que operaban de manera independiente y que consumían diversos recursos (administración, enfriamiento, energía) con un riesgo de fallas alto.
Un primer nivel de solución fue integrar la tecnología de virtualización con la cual en un mismo servidor físico se podían ejecutar varios equipos como si fueran reales, pero compartiendo de manera concurrente los recursos de hardware del sistema.
Apareció en un segundo momento la tecnología convergente en la cual inclusive los servidores físicos de virtualización se integraron en un solo gabinete, incrementando la densidad operacional del negocio y a esto se le llamó sistemas convergentes.
El ejemplo más claro de sistemas convergentes es el de la tecnología Blade, con la cual dentro de un gabinete se instalan servidores con muy alta densidad de integración (procesadores, memoria, comunicaciones) prácticamente como si fueran tarjetas electrónicas. Estos gabinetes tienen diversas interfases para los sistemas SAN de almacenamiento en discos con los cuales los servidores físicos adentro del gabinete tienen acceso al repositorio estructurado donde están los archivos, bases de datos, computadoras o servidores virtualizados.
Para muchas empresas la convergencia es un esquema funcional muy útil porque reducen los grupos de servidores que están dispersos. Siendo así, una organización puede ir desplazando todos los equipos que antes eran físicos hacia gabinetes de virtualización que contienen todo el ambiente técnico para que estos operen desde un solo punto de consolidación. Las compañías de medianas a muy grandes encontraron en los sistemas convergentes la solución para: optimizar consumos de energía, reducir los sistemas de enfriamiento, reducir los puntos de falla y los tiempos de caídas de los recursos o unificar las comunicaciones. Además, lograron consolidar el almacenamiento en grandes arreglos de discos (inicialmente mecánicos, pero con el paso de los años ahora son de estado sólido), administrar todos los recursos de manera simple, por medio de una sola consola de control.
Como puede verse, esta infraestructura es realmente una “nube” de sistemas y su administración sobre la cual pueden instalarse todos los recursos de información del negocio. De hecho, varias organizaciones tenían nubes híbridas basadas por una parte en sistemas locales y a la vez, con respaldo de almacenamiento o procesamiento en nubes de grandes proveedores como Amazon, Azure y otros.
El siguiente paso evolutivo más allá de los blades, mencionados lo representó la “Arquitectura Componible”, la cual también se basaba físicamente en sistemas integrados, pero que con la cual se pueden generar prácticamente al vuelo los servidores y equipos virtuales de usuarios, de todo tipo.
Imaginemos el caso donde fuera necesario crear un servidor para pruebas de una nueva tienda en línea: en lugar de adquirir un sistema físico, configurarlo, instalar el ambiente operativo y su software y luego ahí la aplicación final, con la arquitectura componible simplemente se accede al tablero de control, se crea el equipo virtual como cuando se crea un nuevo archivo, se definen sus parámetros técnicos y se presiona un botón para que este nuevo sistema se genere en unos pocos minutos. Con ello, en pocos minutos se tiene un equipo para trabajar de inmediato.
Independiente del modo operativo, los sistemas convergentes además tienen la ventaja de reducir las caídas de servicios, pues en el caso de que uno de los servidores físicos tuviese fallas, todos los equipos virtuales pueden ser movidos hacia otro que opere correctamente, con la mínima o nula interrupción de los recursos que ofrezcan a la empresa. Dado que el almacenamiento también está virtualizado, los servidores pueden localizar sus datos y archivos desde cualquier parte de la red sea en el mismo sitio o bien en una localidad remota.
La arquitectura componible virtualiza todo: procesadores, comunicaciones y almacenamiento. Cuenta además con software para respaldar o duplicar cualquier recurso virtual. ¿Qué podría salir mal? ¿Habrá un siguiente paso evolutivo que mejore estas capacidades o atienda algún elemento funcional todavía no considerado?
La respuesta es Sí. Se puede llevar a un siguiente nivel de potencia y flexibilidad a estos recursos, quizá al máximo nivel de velocidad, estabilidad y densidad componentes, al mismo tiempo de que se reducen en rangos de 10 a 1 los costos por almacenamiento, se optimizan las comunicaciones, capacidades de respaldo y protección. A este último salto en tecnología se le conoce como “Hiperconvergencia”.