Desde hace casi una década hemos atestiguado profundas transformaciones en los recursos, la tecnología e infraestructura que soporta a los servicios de información de las empresas. El año 2010 marcó un hito importante en el mundo informático debido que en ese momento el número de equipos virtualizados excedió al de equipos físicos. Se habló entonces de un primer ‘salto’ en la manera de ejecutar aplicaciones o desplegar enormes bases de datos, instalando en un servidor físico de muy alta capacidad (digamos varios procesadores, con varios núcleos por procesador) a múltiples equipos virtualizados que operaban y se comportaban como si fueran reales, pero que en esencia compartían todos los recursos de hardware del sistema principal. De esta forma, se aprovechan todos los ciclos por segundo que tiene disponibles la máquina, así como las capacidades de ejecución de sus procesadores, para optimizar y compartirlos simultáneamente entre varios procesos servidores. De esta forma, en un solo dispositivo de hardware se pueden tener operando servidores que atendían a las bases de datos, comunicaciones, correo electrónico, portales web, servidores de archivos, impresión y muchos más.
Ese fue el primer paso hacia lo que entonces se denominó “Sistemas Convergentes” es decir, aquellos elementos que permitían la consolidación de muchos equipos físicos, virtualizándolos y ejecutándolos en uno solo. Cuando a estos servidores de consolidación se les integraron múltiples tarjetas de red de alta velocidad que podían ser compartidas, combinadas o segmentadas enlazando a todos los equipos con la red de la empresa, entonces además de virtualizar el procesamiento se hizo lo mismo con las comunicaciones.
Una consecuencia directa de esta tecnología fue el desarrollo de los sistemas SDN (Software-defined networking), con los cuales se llegó más allá del centro de datos para abarcar a las comunicaciones generales del negocio. Los equipos que integran una red definida por software pueden se configurados desde un sistema central basado en software que los hace operar bajo diversas reglas (velocidades, grupos, segmentos) de una manera integrada. Más aún, algunos equipos son “multifuncionales” y el rol que desempeñan dentro de la red o la forma como trabajan sus interfases físicas o inalámbricas es modificable a través del software de administración. Se tiene además control de su firmware, condiciones de seguridad, etc.
Llegados a este punto, los sistemas convergentes permitieron colocar en un sistema físico a los procesadores y a las comunicaciones. Los equipos virtuales podían ser utilizados en la red y optimizar sus tiempos de respuesta o servicios que compartían, a través de canales flexibles, adaptables y totalmente gestionados desde una consola de software. Esto simplificó en varias unidades de magnitud el trabajo de administración que realizaban los gerentes de sistemas. Además, estas facilidades combinadas brindaron un avance en la madurez de las “nubes” en la red, es decir grandes servidores o centros de datos que otorgan bajo esquema de renta las capacidades de almacenamiento, procesamiento o comunicaciones.
Para muchas empresas o instituciones apareció la oportunidad de ya no adquirir infraestructura física para sus servicios de información, sino que esta se podía rentar y usar en línea. Se podría pagar por uno o varios equipos de ciertas características o bien solamente por el consumo de recursos (como ciclos de procesadores, o espacio de almacenamiento).
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